sábado, 5 de enero de 2008

La botella es el mensaje



Tranquilos. No es es que haya decidido convertirme al Bukowskismo o irme a Las Vegas a morir. Es que a veces la vida es como una abuela que te cierra la mano diciéndote "Quédatelo, que es para ti".


Como austeriano creo en el azar. Pienso que existe una fuerza ( llámese sino/karma/destino/ azar o el nombre que se prefiera) que influye en nuestras vidas . Hay pequeñas situaciones que, a mi, me siguen confirmando que existe. Y desde ayer en mi mesa hay una botella que se encarga de recordármelo.

Para comenzar la historia tenemos que remontarnos al año 2000. Hay que recordar un viaje a la playa, unos post-adolescentes con tendencia al alcoholismo y unas señoritas "de colegio de monjas" post-selectividad. También hay que recordar a un padre, poco alcohólico, que entrega una botella a su hijo con la frase :" Llévatela a Cullera, que seguro que tú y tus amigos os la pulís. Os bebéis hasta el alcohol de quemar". Así llegué a mis mini vacaciones con una pequeña botella que contenía los más cercano a la gasolina que existe en la familia de los orujos.
Al final de las vacaciones la botella no había llegado ni a la mitad. Tras una consulta popular el orujo viajó desde Cullera a casa López, por que eran lo únicos que veía posibilidades a ese "liquido infernal".

La botella volvió a cruzarse en mi vida hace unos años en Brunete, la Noche de Difuntos de 2004. Al abrir un armario en casa López 2 estaba la botella, riéndose de nosotros. El psicópata entrañable y yo intentamos saldar la cuenta pendiente que teníamos, pero fue ella la que nos venció. Recuerdo que cantamos a Calamaro , que el psicópata entró en nuestra habitación buscando un sitio donde dormir (y la señorita Harker le echó a patadas) y que al día siguiente me dolía la cabeza.

Ayer volvimos a casa López 2 y al abrir el mueble bar volvía a estar allí, mirándome otra vez. En un momento de la noche ( cuando no prendía la Queimada que habíamos preparado) decidimos usar lo que quedaba del licor del diablo. Me olvidé de la botella y me fui a jugar al "Gestionari".

Al recoger la casa mi homónimo se acercó diciéndome " Alguien la iba a tirar, pero yo creo que tiene tanta historia que deberías guardarla". Tras sospechar que ese "Alguien" era la señorita Harker, que conociendo el síndrome de Diógenes que tiene su prometido intenta quitar todo elemento susceptible de encariñamiento de mi vista, decidí volver a acoger la botella en mi vida. Quizá tenga que estar conmigo para que en un sociedad post-nuclear pueda enviar un mensaje de socorro o para que la señora Harker me la arroje a la cabeza, harta de que en sus estanterías haya una botella vacía desde hace diez años.

P.D. La imagen ha sido elegida debido a la similitud con mi botella, no por los simpaticos delfines.

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